Edición juvenil

«Sabino Berthelot y la raza guanche» Hist. (I)

Casi todos hemos leído a Sabino Berthelot y muchos al paradigmático texto de su producción bibliográfica, “Estudios fisiológicos sobre la raza guanche”. Tal vez la inquietud surgida por la curiosidad que le generó la notoria, igualmente obviada, realidad racial en el isleño del siglo XVIII le indujo, a éste eminente geógrafo botánico francés, ponderarse hacia la etnografía y consecuentemente fundar la Sociedad Etnológica de Francia.

Creo preciso colgar en la red tan interesante pasaje de ilustre eminencia, para su acceso y aprovechamiento, al mismo le sucederán una serie de artículo historiográficos que esbozarán la incongruente hispanidad de las Islas Canarias. Consiguientemente, se profundizará en una historia social y política que nos llevará hasta el escenario nacionalista que incumbe al movimiento actual (2008).   

 

Rotundamente hay otra realidad, más bien, hay una realidad procuradamente ignorada sobre la naturaleza y propiedad del pueblo canario en su contexto insular. Cierto es que, incluso bajo el triste entorno de las sombras monárquicas hispanas, coexistió de alguna manera una verdadera nación, por lo menos, y notoriamente, más que lo que se es ahora. Tales circunstancias históricas, que nos hablan de un cuadro nacional canario hasta bien entrado el siglo XVIII, están documentadas por significativas personalidades. Circunstancias oriundas que en los últimos tres siglos se han acometido, injustificada y deliberadamente, para razonar la españolidad en unas islas bien apartadas, social y geográficamente, de susodicha nación.   

 

Así, el fascismo español (que tan bien se encarga de vanagloriar a sus godos, visigodos, vándalos…), como, la tendencia hacia el internacionalismo de las vertientes “comunistoides” (política, social y culturalmente tanto adoctrinadoras como alienadoras), han tratado y aún pretenden arrinconar nuestra verdadera esencia étnica. Si hay un hecho xenófobo es el de inducir a la auto negación, en una sociedad, para abducirla hacia artificiosos ideales sociales y políticos. Y, es que el canario es un pueblo autóctono más, como cualquier otra nación originaria del mundo (afar, ainu, bosquimano, dogón, jívaro, navajo, saami, tuareg, yanomami…), que sufre  acoso y derribo por parte de un colonialismo cada vez más corrosivo. Pretenden arrebatarnos una arraigada identidad insular, para vitorear alegremente que meramente somos unos mestizos enraizados dentro de sociedades europeas y americanas. Pero, ¿Qué pueblo del mundo no ostenta algún grado de mestizaje? Esto no es excusa alguna, menos cuando la realidad histórica (la no manipulada) nos devuelve a nuestro sitio, para confirmar que lo “canario” no es más que una natural prolongación de lo “guanche”. En la actualidad la genética ratifica que el “canario”, el que no desciende de modernos colonos, es en un 70% “guanche”. No se trata de hacer “apología de sangre” sino de defender la innegable realidad étnica del canario ante la constante negación xenófoba, endofóbica y racista. Nuestro pueblo nunca dejó de existir, es propio, primigenio en estas islas y con el mismo grado de mestizaje que pueda tener cualquier otro pueblo, del mundo desarrollado, que presuma de una sociedad arraigada. A lo largo de la historia científicos europeos corroboran justos estudios como el que a continuación se expone, desglosando lo más significativo del citado trabajo de Sabino Berthelot:

 

Estudios fisiológicos sobre la raza guanche – I – (siglo XVIII)

«Cuando se examina hoy determinadamente la población de este Archipiélago de Canarias, que en otro tiempo habitaron las tribus africanas cuyas costumbres hemos descrito en otra ocasión, se notan en gran número de individuos rasgos nacionales, que, en sus facciones, les distinguen esencialmente de los españoles. Nuestras observaciones diarias nos han acostumbrado a conocer esas caras cuya singularidad sorprende desde luego. Más de una vez hemos tenido ocasión de estudiar el tipo guanche en isleños cuyo origen no se presentaba dudoso, pues descendían de los tipos aborígenes, de los Ben-Como, de Pelinor (este nombre fue sustituido por el de Trinidad entre sus descendientes), de los Doramas (sustituidos por Oramas). Nuestras observaciones  multiplicadas nos han hecho fácil el conocimiento de ese tipo indígena que se descubría a cada instante, al paso que surgían de nuevos encuentros nuevos motivos de comparación.

 

Por eso la fisonomía de los guanches se descubre aún en los habitantes de estas islas; no pereció enteramente el esforzado pueblo que sostuvo la lucha empeñada con los invasores: aquí está la historia para destruir un error acreditado por aquéllos que aceptan los hechos sin previo examen. Por bárbaros que se hayan mostrado los pueblos conquistadores, ¿acaso aniquilaron jamás una nación por completo, y su dominio llegó a establecerse en la tierra conquistada sino después del exterminio de los vencidos? Un hecho semejante sería una anomalía en la historia. Si la fuerza de las circunstancias motivó, en la época de la conquista del archipiélago, algunos actos reprensibles y aún bárbaros con los desgraciados guanches; si en alguna isla se vieron parte de los habitantes reducidos a la esclavitud, las órdenes de los Reyes Católicos hicieron pronto cesar el odioso régimen de la injusticia y crueldad. La dominación española puso término a las piraterías que, hasta entonces, habían asolado aquellos parajes; el gobierno de las islas se organizó pronto, y los anales históricos nos dan pruebas de la moderación y prudencia que dictaron los primeros actos de la administración naciente. Puede deducirse del relato de los historiadores que, después de la guerra de la conquista, estas islas no habían perdido la vigésima parte de una población que los datos menos exagerados hacen ascender a más de cien mil almas. Los combates que sostuvieron los naturales de Lanzarote y Fuerteventura contra Bethencourt y sus normados no arrebataron a éstos más de trescientos hombres; y en menos de cuatro años todo el país quedó pacificado. Verdad es que la resistencia fue más tenaz en la parte occidental del Archipiélago, en Gran Canaria, en Tenerife, en La Palma y en La Gomera: pero también los combatientes eran allí más numerosos. El mencey Ben-como, jefe de la liga de La Orotava, marchó contra los castellanos con seis mil guerreros determinados y esforzados. Con todo, las disensiones que desde largo tiempo reinaban entre las tribus indígenas adelantaron el éxito de la conquista, y la mitad de la población guanche vino a ponerse bajo la bandera de los conquistadores.  

 

– II –

En Candelaria, Fasnia, Arico y otras partes de la banda del Sur de Tenerife, subiendo de Güimar a Chasna y de allí hasta el Valle de Santiago, al bajar hacia las aldeas de la costa es donde se encuentran aún hoy la mayor parte de los usos y costumbres descritos por Fray Alonso Espinosa, Viana, Viera y demás historiadores de Canarias. Algunas expresiones del antiguo lenguaje que no han podido perderse y que se emplean en todas las islas; los nombres guanches con que se vanaglorian algunas familias, los bailes populares, los gritos de regocijo, el modo de proporcionarse fuego, de ordeñar las cabras, de preparar la manteca, de moler el grano, todo eso subsiste aún, después de cuatro siglos de dominación extranjera. Traslúcense los antiguos usos en medio de los adelantos de la civilización; la invariable costumbre los transmite de edad en edad como tradición de los tiempos que fueron. El habitante del campo, el pastor, el labriego, todo aquel pueblo agreste ha permanecido adicto a ellos, siguiendo viviendo como en otro tiempo: tuesta su cebada, moliéndola él mismo entre las dos piedras hereditarias colocadas en su humilde morada, prefiriendo al pan del rico el «gofio» de sus antepasados.

 

Esta moderna población nacida de la antigua tiene hoy otras creencias, ha olvidado su lenguaje, del cual conserva apenas algunas palabras; pero siguen los usos y costumbres de sus antepasados. El isleño, humilde, insinuante y astuto, atento y adulador como sus antecesores, pasa de la más expansiva alegría a la más reconcentrada tristeza; animoso hasta la temeridad en el más inminente peligro o desconfiado y receloso por cosas insignificantes, aficionado al canto y a la danza, apasionado por los ejercicios gimnásticos, avezado a los más duros trabajos, pero siempre incansable, es sencillo en sus gustos y reservado en sus palabras.

 

La hospitalidad es más franca, la veneración por la ancianidad, el respeto filial, el amor al país y a sus parientes, tales son las virtudes hereditarias que legaron los guanches a sus nietos. Es consolador para la historia de la humanidad ver conservarse esas costumbres patriarcales en el seno de la sociedad moderna. Con la sangre de una raza pura se han conservado estas bellas cualidades, propagándose porque los conquistadores del siglo decimoquinto, aquellos hombres fanáticos que pisoteaban los derechos de las naciones, no hubieran podido inspirar a los vencidos sentimientos de justicia y de sabiduría, siendo ellos los primeros que faltaron, dándoles el ejemplo de las malas pasiones. La energía de carácter en los antiguos isleños de las Canarias fue señalada por todos los autores que escribieron acerca de este pueblo de valientes. Los historiadores contemporáneos, que supieron apreciar el valor de aquellos indígenas en la tenaz resistencia que opusieron a los conquistadores, les hicieron completa justicia; y el largo drama de la conquista no es, por sí mismo, sino la confirmación del valor indómito de las virtudes guerreras que animaban a aquellas valientes tribus. Por lo demás, ese carácter enérgico constituía en aquel pueblo una de las cualidades que hasta las mismas mujeres poseían en alto grado. Recordemos el suceso de Andamana, aquella audaz isleña que, según cuentan las tradiciones, sometió a su obediencia todas las tribus de Gran Canaria. (…)»

 

 

Deja un comentario